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Sin freno: roban un centro de salud y después un salón parroquial

El dispensario, asaltado ya tres veces, la última el sábado, está al lado del predio de la iglesia al que entraron durante la madrugada de ayer.

 

La mecánica de los robos se veía tan similar que era difícil imaginar que no tuvieran los mismos autores. Con diferencia de dos días, el Centro de Salud Nº 16 Paulo VI, de Génova 7247, y el salón parroquial María Reina, ubicado prácticamente al lado, fueron asaltados durante la madrugada sin que los vecinos escucharan nada.

Después de violentar una doble reja, del centro sanitario se llevaron dos computadoras nuevas, una impresora y medicamentos a granel (entre ellos antitérmicos, antibióticos y algunos psicotrópicos). Y tras romper cerraduras externas y una puerta interna de madera del salón Infancia y Adolescencia Misionera, el botín incluyó otra notebook, también "a estrenar", un proyector, una garrafa, un anafe y algunas chucherías, como cajas de tizas. Curiosamente, dos blancos del barrio Larrea que el viernes último visitó para marcar presencia el propio ministro de Seguridad provincial, Maximiliano Pullaro.

El cura a cargo de la parroquia María Reina, de la que depende el lugar, no duda de que los ladrones son pibes de la zona que tienen consumos problemáticos. "Tenemos que disputarle esos chicos a la droga —afirma el padre Juan Pablo Núñez—, porque roban para vender lo que encuentran y así poder consumir".

Lo que parece vincular estrechamente a los dos escruches de barrio Larrea es su cercanía espacial y temporal. Ambos se concretaron en un mismo fin de semana (uno el sábado a la madrugada, otro ayer a la madrugada) violentando ingresos contiguos y para llevarse los objetos de mayor valor que hubiera a mano.

"Lo que encuentran acá lo venden y con eso compran droga", dice, mientras se da maña para arreglar una cerradura, el padre Juan Pablo, uno de los sacerdotes integrantes de la red de curas villeros que ya tiene, como pastoral reconocida por la Iglesia local, nueve centros de vida en barrios, para contener a jóvenes con problemas de adicciones.

No se trata de ninguna paradoja, sino de la confirmación de su necesidad. Tan cierta como la que tiene la población del centro de salud 16, que nuclea a 21 trabajadores entre médicos, psicólogos, enfermeros y personal administrativo. Y pese al rol social que cumple, también el dispensario fue robado ya tres veces.

Dura realidad. "Aunque genera malestar, tristeza e impotencia, es una realidad con la que tenemos que lidiar y que forma parte de nuestro trabajo diario", explica el coordinador de los centros de salud provinciales de zona noroeste, Alejandro Azar.

Aunque el robo en el dispensario, cometido desde una ventana con doble reja lateral, fue descubierto el sábado a la mañana, ayer se formalizó una reunión con el personal y luego la atención al público se inició normalmente.

Con las rejas externa e interna ya nuevamente soldadas, el funcionario prometió reponer una alarma que llevaba años sin conectar, previendo que su mecanismo no sea "desactivable", y disponer un sistema de monitoreo. Para el horario de funcionamiento, se analizaba también contratar a un personal especialmente destinado a seguridad.

Un ministro por allí. A unos 20 metros hacia el oeste por la misma Génova, un portón azul sin cartel abre un pasillo hacia dos salones conectados que pertenecen a la parroquia Madre Reina, ubicada a la vuelta, y colindante con el colegio Paulo VI. "Hace dos meses que estábamos notando de nuevo un repunte de robos, por eso el viernes estuvo acá Pullaro", explicó el cura, rodeado de las herramientas con que ya estaba terminando de arreglar los destrozos en al menos una de las puertas forzadas.

Otra abertura interior, de madera, había quedado partida a la mitad "de una patada", explicó el cura. Tras ella se hallaba parte del botín que los ladrones se llevaron. En otra parte del salón yacían los rescoldos de un "fueguito" con que habían intentado calentarse. Y, toda una curiosidad, al momento de descubrir el robo el cura se encontró con que los delincuentes habían dejado prendidas dos velas escoltando una imagen de yeso de la virgen María.

"Como si fuera un altarcito", dice el cura y se ríe. "Será que soy de Villa Gobernador Gálvez y conozco algunos códigos", bromea. Luego, serio, recuerda que en su parroquia funciona uno de los nueve "centros de vida" que intentan ofrecer contención a "los pibes que tienen consumos problemáticos", muchos de los cuales "ya están quemados" y cuyas familias están "destruidas".

"Si nos quedamos con el enojo y la denuncia no hacemos nada", asegura el cura, preocupado por "cómo captar de vuelta a esos chicos a través de la escuela, la iglesia, el club o la institución que sea capaz de disputárselo a la droga" .

El sacerdote le reclamó al ministro de Seguridad, Maximiliano Pullaro, que implemente un refuerzo de seguridad, con presencia policial constante, en las calles de los barrios Larrea, Jardín, Municipal, R 90 y Fisherton Industrial. "Desde hace unos dos meses, la cosa viene floja", señaló el religioso.

Jaqueados por el miedo

En el Centro de Salud Alfonsina Storni (avenida Bermúdez 6390), donde la semana pasada los médicos dejaron de atender tras sufrir robos y volvieron a hacerlo luego de que les asignaran un patrullero para custodiar la entrada, ayer la delincuencia volvió a decir presente. Minutos después de que el móvil policial se retirara del lugar, delincuentes asaltaron a una paciente de 12 años.

La Capital

 

 
 

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